Hoy traigo un tesoro. Un tesoro que ha pasado de padres a hijos durante años y años. La masa madre para hacer pan.
"Los historiadores están de acuerdo que el verdadero pan, el pan fermentado fue inventado por los antiguos egipcios por casualidad. Cuentan que un artesano olvidó hornear un pedazo de masa, y al día siguiente, para evitar el castigo de su amo, metió este pedazo de masa del día anterior (fermentado) en la masa nueva. Hubo una gran sorpresa porque ese día el pan era mucho mejor, con lo cual el pan era mucho mejor, con lo cual el pan fermentado había nacido".
Aunque hay seguramente habrán muchas historias diferentes.
La masa madre hace obtener un pan mas apretada, corteza mas oscura y la conservación es mas prolongada. La levadura natural le da un sabor al pan que la comercial no le puede dar. Aunque la he utilizado y la utilizo, para mí, sin duda la natural hace del pan un bocado especial.
Hay varias maneras de hacerla. Los ingredientes fundamentales son; harina, agua, tiempo y una temperatura adecuada.
El proceso puede durar unos 3 ó 4 días. Y, la misma preparación puede durar mucho tiempo. Mientras la mantengamos limpia de "bichitos malos" esta masa nos satisfará con grandes panes.
Lo que haremos es un cultivo simbiótico de las levaduras presentes en la harina. Intentaremos "capturar" las levaduras y bacterias presentes en el aires y el alimento. Una harina integral sería ideal, ya que la levadura está en el exterior del grano del cereal (cáscara de los granos del trigo, etc...), que a la blanca le han quitado, pero se puede elaborar sin problemas con otros tipos.
También, una vez finalizada nuestra masa madre; a medida que la vayamos "alimentando" podremos ir blanqueándola con otro tipo de harina, para conseguir otro tipos de panes mas blancos.
Siempre he tenido mucha curiosidad por hacer esta masa, y por fin me decidí. El experimento salió muy bien, y los panes que he hecho con ella de momento, han salido buenísimos.
Encontré un gran blog que animo a visitar, (¿te quedas a cenar?), con un tutorial estupendo, que entre otra mucha información, me ha ayudado a aprender un poco mas sobre este fantástico alimento básico como es el pan.
Seguiré investigando, y seguramente aprenderé de algún error, y podré hacer masas mejores, pero de momento esta me ha funcionado muy bien.
Tendría mucho mas para enrollarme, pero no lo haré, así que os dejo aquí mi "experimento", y el día a día de mi masa madre.
DÍA 1
Mezclar simplemente, una parte de harina y una parte de agua que será un "poco" menos que de la de harina, (esto lo hice para que no me saliera una masa tan líquida, pero se puede hacer a partes iguales). El volumen dependerá del bote de cristal dónde queráis hacer la masa, pero sobretodo no llenar del todo, solamente hasta la mitad, ya que como veréis, la masa subirá en los próximos días.
Tapar con un trapo de cocina y dejar reposar 1 día entero en un lugar templado.
Aquí le hice una marca por dónde la llené.
DÍA 2
Pasadas 24 horas nuestra masa no ha subido, pero ya se empieza a ver movimiento. Se aprecia una linea de líquido marrón oscuro.
Ahora "refrescaremos" nuestra masa. Tiraremos el líquido y la mitad de la masa. La otra mitad la mezclamos de nuevo con una parte de harina y un poco menos para el agua templada.
Tapar de nuevo con el trapo y dejar en el mismo lugar otro día mas.
DÍA 3
El tercer día vemos un cambio considerable. Hay signos evidentes de vida en forma de pequeñas burbujas de aire. La masa ha subido y desprende un olor como "ácido" sin llegar ni mucho menos a ser desagradable.
Volveremos a realizar la misma operación, esta vez he tirado algo menos de la mitad de la masa; el resto la mezclaremos con la misma cantidad de harina y algo menos de agua templada. En esta ocasión he querido blanquearla y le he puesto harina de trigo.
DÍA 4
El cambio ha sido espectacular. Ha subido "como la espuma", y se ve una masa burbujeante y llena de vida. Con esta masa ya podríamos hacer pan.
Las fotos no son muy buenas y no se aprecia la cantidad de burbujas de aire que tenía la masa.
Si no se va a utilizar, podemos guardar nuestra masa en la nevera. Le pondremos la tapa muy bien cerrada haciéndole un agujero para que pueda "respirar". El frío adormecerá nuestra masa madre. Cuándo la queramos utilizar de nuevo, solo tendremos que sacarla, ponerla en un lugar templado y volver a alimentarla de la misma forma.
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